En tiempos pasados, los muebles eran más que simples objetos decorativos; eran legado, historia y memoria. Cada pieza, desde un robusto armario de madera hasta una delicada mesa de comedor, llevaba consigo las huellas de generaciones. La herencia de muebles se transmitía de padres a hijos, cada rasguño y cada pulido narrando historias familiares. En este contexto, el diseño interior no solo se trataba de estética, sino de preservar la identidad de un hogar.